Juan Diego Graus

Algo pasó en la base aérea de Torrejón

Esta historia es real. Ocurrió en una ciudad norteamericana llamada 'Albuquerque', en Nuevo México.


La historia fue contada por un Navy Seal llamado Ryan Miller, retirado hace ya algunos años. Él no supo como describir exactamente lo que ocurrió aquella noche, sólo se limitó a decir que "Algo pasó en la base Aérea de Torrejón."


Corrían las ocho de la noche de un veintiséis de mayo, el cielo ya se había tornado oscuro y el viento comenzaba a soplar con un poco más de fuerza, una noche común después de todo.


Miller tenía que hacer servicio nocturno en la base aérea esa noche y se encontraba con su gran amigo de toda la vida, Alarcón. También estaba con él un perro magistralmente entrenado que se lo asignaron tres años atrás y que siempre le fue fiel y de gran ayuda en sus misiones, se llamaba Atila.


Aquella base aérea ya estaba muchos años abandonada y tenía muchas incógnitas que el gobierno americano nunca le llegó a responder al Seal: ¿Si estaba abandonada, por qué lo tenían que cuidar? ¿Qué tan importante era esa base a la cual sólo podían entrar si ocurría algo totalmente raro?


No se sabía.


Decía el rumor que la CIA guardaba muchos secretos del estado en ese local, otros señalaban que años atrás torturaban a talibanes radicales y terroristas en los cuartos. En fin, sólo rumores baratos.

La verdad era una sola, la base era un lugar amplio y destartalado, de fácil acceso por el lado posterior, no era nada espectacular después de todo.


Los tres estaban en una camioneta oscura a unos cien metros de la base que estaba completamente apagada, vigilándola cada tantos minutos por sí algo extraño llegaba a pasar.


—Cinco minutos y por fin acaba el turno, este debe de ser el trabajo más aburrido para un Seal, me han entrenado violentamente para esto. dijo Miller.


—Sólo te están probando, tienes que tener paciencia, Ryan.

Le respondió su amigo.


Se pusieron a recordar los duros entrenamientos que les hicieron pasar en esa etapa de formación. Rieron.


Pasaron los cinco minutos y nada especial ocurrió. Ryan decidió prender el motor para al fin ir a su casa a cenar y descansar unas cuantas horas.


Pisó el acelerador y la camioneta comenzó a avanzar moderadamente, el Seal no acostumbraba a hacer esto pero decidió fijarse por el retrovisor si todo iba bien en los últimos momentos que dejaba la base, y se dio cuenta de algo raro... Una habitación había prendido su luz.


De algún modo, esto les incomodó a Miller, al perro y sobretodo a Alarcón, que hoy planeaba hacerle una cena sorpresa a su esposa. Tenían que ir a revisar que había pasado, un fastidio.


Bajaron del auto con dirección a la entrada de la base.


Muchas cosas pasaron por la mente de Miller, posibilidades, seguro un niño había entrado a jugar con las luces, era lo más probable y racional que pensó en esos breves instantes.


La noche se ponía más oscura aún y dificultaba mucho la visión, tenían que ir por un largo pasadizo para llegar a la habitación de arriba, a los lados del pasadizo habían muchos cuartos también, incluso un ascensor malogrado, qué difícil, pero lo lograron. Llegaron al final del pasadizo y pudieron divisar la habitación que había prendido sus luces hace un momento desde el piso donde ellos estaban. Pero las luces estaban completamente apagadas.


Se extrañaron un poco pero decidieron dejarlo como una simple anécdota. Comenzaron a regresar a la salida por ese pasadizo oscuro que tenía algunos escombros por allí y algunos escombros por allá.


Justo en ese momento, a lo lejos, pudieron ver que otra habitación comenzó a prenderse y apagarse de una manera muy rara, se prendía y apagaba instantáneamente, como si alguien estuviese jugando con los interruptores. El extraño hecho ocurrió sólo unos segundos, pero fueron suficientes para alterar los nervios de los Seals y el olfato infalible de Atila.


Se sentía un ambiente muy hostil, Miller se había enfurecido pensando que alguien le estaba jugando una broma pesadísima, se habían pasado de la raya con esto. Alarcón también estaba nervioso, este observó desde pocos pasos esa habitación y comprobó que no había nadie.


Decidieron salir de la base lo más pronto posible.


Agilizaron el paso hasta el final del pasadizo pero algo ocurrió a mitad de camino. El ascensor malogrado que se encontraba ahí comenzó a abrirse lentamente botando una especie de humo blanco que dificultaba la visión de lo que había adentro. Miller no tenía tiempo para tonterías y siguió su recorrido hacia la salida, pero rápidamente regresó cuando se dio cuenta de que Alarcón y Atila se habían quedado mirando el ascensor con los ojos totalmente abiertos.


"¡Alarcón! Alarcón! ¡Ven! ¡Tenemos que largarnos de aquí!"


Alarcón no respondió.


Su amigo y su perro se habían quedado quietos mirando adentro de ese ascensor que botaba humo blanco con cara de estupefacción, el perro enseguida se suelta de un Alarcón paralizado y se va gimiendo con el rabo entre las patas.


Habrán sido quizá tres segundos, pero Miller no podía dejar de mirar a su amigo, hasta que lo llama:


—Alarcón.


Este no contesta.


—Alarcón ¿Qué mierda pasa?


Alarcón seguía mirando el ascensor, sin reaccionar. El ascensor se cierra y Alarcón mira a Miller y este ve el rostro de terror de su amigo Alarcón.


—Vámonos de acá Ryan, vámonos rápido. Dijo Alarcón mientras una lágrima mojaba su mejilla.


Ryan Cargó a su amigo en hombros y jaló a su perro hasta la salida, hizo un esfuerzo sobrehumano, pero después de un rato de mucho esfuerzo cargándolos, logró salir de la base.


Cuando ya habían salido de la base, Alarcón se puso en posición fetal en el suelo y comenzó a llorar desconsoladamente, no respondía a lo que le decía Miller, sólo lloraba y lloraba, no tenía reacción. El perro comenzó a botar espuma de la boca del asco, Miller estaba confundido, no sabía lo que ellos habían visto.


Alarcón tuvo que ser llevado a un centro de rehabilitación para recuperarse de ese trauma, pero fue en vano, nunca volvió a ser el mismo.


Pocos meses después, acabó con su vida disparándose en la cabeza.


El perro tampoco volvió a la normalidad, dejó de ser ese perro fuerte y valiente que algún día fue. Ahora estaba indefenso... Con miedo.


Ryan Miller cuenta esta historia con mucha tristeza. Él no supo como describir exactamente lo que ocurrió aquella noche.


Sólo se limita a decir que...


"Algo pasó en la base aérea de Torrejón."


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Juan Diego Graus (Pueblo Libre 2014)


Adaptación de la breve historia: 'Algo ocurrió en la base de Torrejón'