Prometo no mentirte
Honestamente, no estoy seguro de como comenzar esta historia. Tengo 26 años y vivo en un apartamento con mi novia, una enfermera. Hemos estado juntos hace unos años ya y planeo proponerle matrimonio ni bien junte para un anillo decente, lo que será dentro de poco ahora que trabajo de mesero en un lujoso restaurante. Planeamos tener nuestra propia casa algún día, un pastor alemán, dos hijos. Será perfecto. Pero esto no se trata de nosotros, sino de nuestros vecinos.
Prometo no mentir si tu prometes no llamar a los policías. No creo que sean de mucha ayuda.
Hace un año ya, otra pareja vino a vivir a la habitación de en frente.
Ella trabajaba para un doctor o algo así, siempre la veía en bata. Él era mecánico. Eran de la misma edad que mi novia y yo, normalmente las personas que venían a vivir al edificio se iban después de unos meses, además mi novia y yo teníamos trabajos muy apretados, así que normalmente no nos relacionábamos mucho con los vecinos. No me entiendas mal, también tenemos nuestro grupo de amigos. No somos esa clase de pareja que se aleja de todos. Tratamos de hacer relaciones públicas con la gente, y esos vecinos intentaban ser más unidos con nosotros.
De hecho eran buena gente. Yo los saludaba antes de ir a trabajar todas las mañanas. Incluso les hablaba sobre temas de actualidad si me los topaba en el ascensor. El nombre de ella era Angie y el de él, Roberto. A fin de cuentas, nosotros vivíamos en el '705' y los vecinos estaban en el '704'.
Noté algo una noche, después de dos meses desde que ellos se habían mudado, y supongo que ahí es donde esta historia recién comienza.
Mi novia había comenzado a leer esas revistas de decoración para la casa y traía adornos para que la casa se viera más bonita y presentable. Ella tenía licencia de dos semanas para faltar a su trabajo porque se estaba recuperando de una lesión al tobillo, y concluí que hacía eso como pasatiempo. Yo no tenía ningún problema con eso. Supongo que a la vecina Angie también le gustaba hacer esa clase de cosas, porque compró una especie de corona hecha de ramitas y conchas de mar que colgó en su puerta.
Era un poco vulgar, pero que más daba, yo no tenía gusto en el tema decorativo.
Un día regresé del trabajo, cansado, y me topé con la sorpresa de que en la entrada de nuestra puerta ahora también había una corona de ramitas. Me comencé a reír y no me detuve a pensarlo, pero Roberto y Angie seguro iban a pensar que no teníamos identidad. Ni siquiera lo mencioné hasta la cena; Nos sentamos a comer y después de una larga pausa, le dije, "Bonita corona, copiona." Era sólo una broma, pero la cara de mi novia no mostró gracia alguna. Estuve a punto de disculparme y decirle lo cuanto que me gustaba y lo bien que caía en nuestra puerta cuando ella dijo, "¿Qué corona?"
La siguiente mañana, iba a saludar a Roberto que se encontraba en el ascensor, y quizá sólo estoy siendo paranoico, pero juro que él estaba apretando desesperadamente el botón para que la puerta del elevador se cierre. Al final tuve que esperar el otro ascensor porque no me dejó entrar. Quizá estaba apurado. No lo sé.
Poco después, Roberto comenzó a trabajar en el mismo restaurante donde yo trabajaba. Al parecer necesitaba dinero, seguro no le pagaban bien por ser mecánico. De hecho fue muy gracioso, sus manos eran toscas por trabajar siempre con carros, y ahora servía comida con mucha educación y con un uniforme muy elegante. No le había mencionado lo de la corona y no planeaba hacerlo, pero conversaba con él de vez en cuando. Yo lo entrené. Era sorprendente lo torpe que era, uno se podía dar cuenta fácilmente que nunca había sido mozo en su vida. No entiendo como logró que lo contrataran. Le enseñé lo básico, pero las cosas se pusieron raras cuando comenzó a decir las mismas frases que yo decía. Literalmente igual. "Dejaré la cuenta con usted, caballero, tómese su tiempo. Gracias por cenar en nuestro restaurante." Se escuchaba dos veces. Nunca antes había sido camarero, así que supuse que intentaba copiar a alguien que tuviera más experiencia en el oficio, pero igual fue rarísimo.
Meses después, llegué del trabajo después de un doble turno a las dos de la madrugada, totalmente cansado. En este punto mi novia ya estaba embarazada y yo tomaba todas las horas extra para ganar un poco más de dinero. Encima el elevador se había malogrado y tenía que subir las escaleras, que día.
Llegué al séptimo piso, crucé el pasillo, y entré a mi apartamento. Estaba un poco ebrio, me había tomado un par de tragos con mis amigos después de cerrar. Me tiré en el sofá y me puse a ver Netflix, y de la nada escuché un grito. No un grito de película típica de terror, un grito de sorpresa. Me senté derecho, y vi a Angie parada en la cocina, mirándome asustada. Estuve a punto de preguntarle qué hacía en mi apartamento cuando Roberto salió de su cuarto frontádose sus ojos con su mano.
"Amigo, no quiero ser grosero pero... Tienes que irte de aquí. Es tarde." Me dijo. Yo le iba a decir exactamente lo mismo.
Me paré, y pensé, "¿Qué carajo ocurre?"
Roberto volvió a repetir: "En serio amigo, ¿qué pasa?" Abrió la puerta y me mostró la salida. Estuve a punto de gritarle cuando vi el apartamento '705' al otro lado del pasillo. Mierda, me equivoqué de apartamento. Qué día.
Obviamente me disculpé y me largué de ahí. No estaban molestos, sólo querían dormir un poco. Cuando salí me di cuenta que había entrado al apartamento correcto. Si venía desde el ascensor tenía que entrar al apartamento de la derecha, entonces si venía desde las escaleras tenía que entrar al apartamento de la izquierda, y entré al de la izquierda. Había entrado al apartamento correcto. Miré el número, y puedo jurar que se notaba la marca del cuatro en nuestra puerta, habían cambiado los números. Toqué la puerta de ellos para preguntarles que ocurría, pero ya se habían ido a dormir.
Eso me preocupó incluso más que todo el asunto de la corona, miré más de cerca los números y me intenté convencer de que me había equivocado y estaba alucinando. Estaba borracho y no podía distinguir ni la derecha ni la izquierda, sería mejor que me durmiera y resolviera todo eso la mañana siguiente.
Me desperté a la mañana siguiente y lo primero que hice fue asegurarme de que no estaba alucinando lo de la noche anterior. Escaleras a mi derecha, Ascensor a la izquierda. Me sentí un imbécil por haberme equivocado así. Estaba tan seguro de haber entrado al apartamento correcto, pero mi inepto cerebro habría confundido las cosas y había terminado en el apartamento de ellos. Fui a tocar su puerta, pensando en que ya no debería tomar licor así, pero nadie estaba en casa.
Sólo la corona de ellos colgando.
Les hablaré luego, pensé, y volví a mi cuarto para que me pasara la resaca. Sin embargo confirmé algo, los números sí habían sido cambiados de puerta.
Adelantémonos hasta hace dos semanas del tiempo actual.
Prometo que esto no es una mentira si tu prometes que piensas que no estoy loco.
Mi novia y yo tuvimos nuestro primer bebé, un chico. Su nombre es Ryan y es lo mejor que me ha podido pasar en esta vida, podría escribir sobre él por días, pero esto no se trata de nosotros. Se trata de ellos.
Mi chica recién había vuelto a la casa después de estar en el hospital, le mostrábamos el bebé a todo el mundo, a cualquiera que quisiese verlo. Habíamos hecho una buena amistad con Roberto y Angie dejando a parte todas las cosas raras que habían pasado anteriormente, nunca se los dije en sus caras para ser honesto, así que llevamos a Ryan al frente del pasillo para mostrárselos.
Ahí fue cuando lo escuché. Llorando desde adentro. Toqué la puerta y Angie salió a atenderme, aún con su bata, sosteniendo una mamadera. La vecina comenzó a jugar con Ryan y su bebé, haciéndoles muecas y cosquillas mientras yo hablaba con Roberto un poco. Conversación normal, nada raro ni misterioso esta vez. De hecho los invitamos a cenar por primera vez desde que se mudaron, pero a mitad de la comida, mi novia se comenzó a sentir mal.
No les dijimos a Angie y Roberto que se vayan, pero ellos se percataron, y crearon una excusa sobre cambiarle los pañales a su bebé y se fueron. Ni bien se habían retirado, mi chica me dijo, "No sabía que Angie estaba embarazada."
Pusieron exactamente la misma corona en nuestra puerta. Roberto utilizaba las mismas palabras que yo en el restaurante, nunca dejó de hacerlo, dicho sea de paso. Los apartamentos fueron cambiados, lo cual hasta el día de hoy no puedo entender con claridad. Ahora tienen un bebé, igual que nosotros. La bata de Angie. Me choca como un baldazo de agua fría. Ese bebé no era de ellos.
¿Recuerdas que te dije que no llamaras a la policía? Era por eso.
Estuvo en todos los noticieros, ese bebé perdido, incluso le preguntaron a mi novia si lo había visto en el hospital en el que trabajaba. Angie trabajaba ahí también, pero en un piso diferente. No queríamos reportarlo hasta que estuviéramos seguros.
Esta es la parte loca, y querrás golpearme en la cara por acabar esta historia así. Pero todo terminó funcionando al final de cuentas. Todo lo raro que nos estuvo pasando, paró. Honestamente pensé por un momento que estaba perdiendo el control, pero mirando atrás, creo que sólo fue el estrés lo que me causó todo esto. Mi novia y yo tenemos a dos niños ahora, y vamos en camino de tener la vida perfecta que tanto planeábamos. ¿Roberto y Angie? Bueno eso terminó un poquito mal, porque se mudaron el fin de semana.
¿Recuerdas lo que te dije al principio? Prometí no mentir, y no lo hice.
Ahora tú me tienes que prometer que no preguntarás por qué Roberto y Angie no se llevaron sus cosas.
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Autor: Juan Diego Graus (Lima, 2014)
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