Cinco años de sorpresas con el Papa Francisco
Ví hace algún tiempo un video que circuló en las redes sociales. Se observa una señora invidente apostada en uno de los recorridos del Papa en su pasado viaje a Perú. A su lado, alguien sostenía un rótulo que decía “Cumplo 99 años, no veo, quiero tocar tu manito”. Las cámaras captan cuando el “papa móvil” pasa y segundos después, regresa sobre su recorrido. Inmediatamente se ve al Papa bajarse para saludar personalmente a la señora. Este gesto, que fue aplaudido por muchos, deja en evidencia el llamado “Estilo Francisco”, un modo de conducirse del primer Papa latinoamericano que pone el acento en las personas y en sus necesidades.
El pasado 13 de marzo el Papa Francisco cumplió cinco años al frente de la Iglesia Católica.
No es fácil resumir en pocas líneas lo que muchos podríamos llamar una verdadera revolución de amor y esperanza para el mundo entero. Recién electo me llamaron la atención en primer lugar su profunda piedad, su afabilidad, su sentido del humor y la apertura con los medios de comunicación.
Las fotografías de sus zapatos viejos y gastados por el uso, que dieron la vuelta al mundo, fueron una lección más eficaz que mil discursos sobre su amor a la pobreza y austeridad de vida. Lo mismo, la decisión de trasladar su residencia a la casa santa Marta para estar más cercano y accesible a todos.
El cariño y afabilidad no han sido obstáculo para hablar y actuar con valentía sobre temas tan controversiales y difíciles como casos de pederastía o corrupción dentro y fuera de la Iglesia.
El veintinueve de junio, tres meses después de su elección, nos sorprendió con la primera de sus encíclicas. Publicada en el año de la fe con motivo del cincuenta aniversario de la conclusión del Concilio Vaticano II, la “lumen fidei” nos llevaba a iluminar la existencia humana con la luz de la fe y animaba a los cristianos a contemplar el mundo “con los ojos de Cristo”.
Ese mismo año 2013, el veinticuatro de noviembre, el Papa nos volvió a sorprender con la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”. En este documento programático de lo que han sido estos años, nos animaba a salir para llevar a todo el mundo “la alegría del evangelio” de forma creativa y poniendo énfasis en el espíritu interior más que en la programación y en las estructuras.
En mayo del 2015 no dudó en abordar el controversial tema de la ecología en su segunda encíclica “Laudato si”. Puso el acento, desde la perspectiva de la fe, en una visión responsable del cuidado del planeta como casa común.
En el 2016, el diecinueve de marzo, publicó la exhortación apostólica “Amoris Laetitia”. Nos brindó una visión realista e ilusionada de la familia y llamaba a cuidar “la alegría del amor que se vive en las familias”, frente a las dificultades que plantea el ambiente actual.
En el año 2016, año de la misericordia, promulgado como Jubileo extraordinario, escuchamos de parte del Papa que “la Iglesia es un hospital del campaña” y el ideal de pastores con “olor a oveja” o el llamamiento a salir a las “periferias humanas”. Usando magistralmente expresiones originales nos llevó a centrar la mirada en un Dios misericordioso que nunca se cansa de perdonar.
No han sido años fáciles para el Romano Pontífice. Sin embargo, la impresión que me queda es el afán de un pastor en conducir con prisa e ilusión a un mundo cansado y sin esperanza al encuentro con un Dios que “nos primerea”. Que toma la iniciativa para llenarnos de sus infinitos regalos. Dejarnos sorprender por un Dios cercano, ser agradecidos, acoger sus dones y llevarlos a los más necesitados. Enseñanzas valiosas que vale la pena atesorar.