Para inmunizarse contra el pesimismo: la gratitud
Quizá estamos demasiado enfocados en lo negativo. Las noticias diarias nos programan para centrar la atención en la parte vacía del vaso medio lleno. Tendemos a fijarnos exclusivamente en lo que va mal. Tal es esta costumbre que cuando comencé el experimento del Five Minute Journal hace más de dos semanas, al comienzo se me hizo difícil completar los ejercicios propuestos. En este diario personal, has de escribir tres cosas para agradecer cada día. Al comienzo era capaz de escribir una o a lo sumo dos acontecimientos para agradecer. El tercero, requería un esfuerzo especial de reflexión. Para mejorar el ejercicio, procuraba afinar mi atención durante el día para tener un punto concreto de agradecimiento por la noche.
La gratitud es el aprecio que sentimos cuando alguien ha hecho algo agradable o útil por nosotros, o cuando reconocemos las buenas cosas y las personas buenas que ha habido en nuestra vida. En la tradición clásica es conocida la importancia del agradecimiento y su conexión con virtudes como la generosidad, la justicia, la humildad y en último término con la felicidad.
Investigando sobre este interesante tema me encontré con estudios recientes como el del proyecto Greater Good Science Center (https://greatergood.berkeley.edu) de la Universidad de Berkeley, que funciona desde el año 2001. El Dr. Robert Emmons, máxima autoridad mundial sobre la gratitud y la psicología positiva menciona que practicar el agradecimiento a diario provoca sistemas inmunes más fuertes y menos depresión; más alegría, optimismo y felicidad; relaciones más fuertes y un comportamiento más generoso; menos sentimientos de soledad y aislamiento.
En el libro «Educar en la gratitud» de Jeffrey J. Froh y Giacomo Bono se menciona que «La gratitud ayuda a forjar caracteres que armonizan las acciones con los sentimientos morales, las creencias a corto y a largo plazo y las relaciones sociales».
En la educación del carácter, pueden haber muchos enfoques. En mi experiencia, muchas veces caemos en el error de un dañino sentido del deber y de la responsabilidad que edifica la personalidad sobre las arenas movedizas de un «deber ser» que vuelve a las personas en meramente «cumplidoras» de unas obligaciones pero incapaces de amar. En cambio, la verdadera educación se debe ubicar más como una respuesta agradecida a unos dones valiosos recibidos en herencia. Educar en la gratitud capacita para percibir y apreciar lo positivo que se encierra en toda la realidad que nos rodea.
Cuando se aprecia lo bueno en uno mismo y en los demás el ser humano se hace bello y libre, plenamente persona. Fruto de esta actitud interior, el hombre se vuelve capaz de transmitir optimismo y alegría a los demás.
«La gratitud hace que apreciemos las relaciones valiosas que hay en nuestra vida, fomenta la amabilidad de nuestros benefactores y nos motiva para ser agradecidos con ellos e incluso con todos los demás» es sin duda una habilidad que transforma nuestras relaciones interpersonales.
Centrar la atención en lo bueno y verdadero nos inmuniza del pesimismo y nos lleva de la mano a la generosidad. Transforma nuestra actitud orientándola a dar, en correspondencia a todo lo que recibimos. Solamente de esta forma nos volvemos capaces de descubrir el verdadero amor a Dios a los demás y en consecuencia aprendemos a vivir más felices.
La gratitud despierta la conciencia de que todo lo que poseemos es un don. Un regalo inmerecido. En definitiva, es la única forma de comprometernos en construir una mejor sociedad.